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The dread of void

Updated: Jan 4, 2021

POROROCA (2017) ) CONSTANTIN POPESCU By: Santiago Rodríguez Cárdenas.

El terror al vacío, la inestabilidad frente a la inexistencia de sentido y el hambre de conocimiento parecen ser unos de los afanes concretos que han preocupado al hombre desde el origen de sus tiempos.

Pororoca (2017) es una película del director Constantin Popescu, seleccionada dentro de la categoría Gemas en la versión 58 del Festival de Cartagena FICCI. Este filme parece ser una evidencia de que el hombre es un ser necesitado de conocimiento y de verdad, que busca una comprensión completa de la realidad que le permita construirse sobre una roca firme para sobrellevar su existencia.

Aunque para muchos autores el problema existencial del ser humano adulto, ufano de su razón, parezca ser una situación propia del hombre contemporáneo, hay que decir que desde sus inicios el hombre ha aspirado a una totalidad de sentido que lo ha llevado a una búsqueda de verdad conseguida, construida y medida a través de su ciencia. Sin embargo, pese a los grandes logros y descubrimientos de la humanidad que le han permitido conformarse y entenderse como la sociedad que conocemos hoy, la imposibilidad de acceso a una verdad absoluta y demostrable frente a temas como el génesis, la vida después de la muerte, el motivo de la existencia o preguntas como ¿Quién soy? ¿de dónde vengo? y ¿para dónde voy? han dejado un agujero gigantesco en la historia de la humanidad. Ello parece contradecir la idea de que el hombre puede servirse de sí mismo y que su razón puede explicarlo todo.


Estos vacíos de conocimiento parecen haber aterrorizado al hombre desde sus

orígenes, llevándolo a construir verdades (no necesariamente reales) como respuesta a los espacios irrellenables y la impotencia de su saber. No es gratuito que el origen de la religión en las comunidades “primitivas”, haya sido dar explicación a aquello a lo que la ciencia aún no había alcanzado, creando dioses que explicaban fenómenos como el sol, la noche, la lluvia etc.


Aún en nuestros días, el papel de la religión parece ofrecer una solución a problemas de sentido existencial, permitiendo al ser humano construir un vínculo sólido, una verdad que da esperanza y una barra fuerte de la que el hombre puede agarrarse para no caer al vacío y ser devorado por las fauces del monstruoso agujero de lo incognoscible. Estos problemas que parecen ser solucionados por la religión, corresponden a aquellos temas a los que aun la razón no tiene un total acceso: la muerte, la creación, e incluso, las enfermedades parecen permanecer aún bajo el yugo de la creencia (fe), que funciona como velo que cubre el terror del ser humano por no saber algo.


No solo en el campo de la religión se evidencia este terror al vacío, el afán del hombre por conocer ha buscado siempre una luz que ilumine su presencia en el mundo. Es por esto que, paradójicamente, el querer saber algo y saberlo es el ejemplo más claro: cada elemento nuevo que aparece en el mundo, cada estilo literario, cada movimiento o vanguardia de cualquier arte, cada nuevo espécimen, ya sea terrestre o extraterrestre, que parezca subvertir el mundo preestablecido y codificado que conocemos, parece ser inmediatamente absorbido por la visión antropocentrista del hombre, que rápidamente pone aquello desconocido en el campo del lenguaje. De este modo, lo clasifica, lo explica y le atribuye un nombre que le permita hablar de lo incognoscible ya no desconocido, otorgándole un lugar en el mundo y creando así la ilusión de conocimiento.


No muy diferente es la experiencia de Tudor Lonescu, protagonista de la película de Constantin Popescu, un hombre al que al parecer se le destruye la vida cuando, sin razón alguna, su hija desaparece en una visita cotidiana a un parque infantil.


Si vemos Pororoca, desde una posición quizás “superficial”, limitándonos a hablar de la película dentro del marco narrativo del relato, podríamos caer en una simple descripción acerca del drama familiar que los protagonistas afrontan y los conflictos a los que se ven enfrentados luego de la inexplicable perdida de su ser querido. Sin embargo, y para esta ocasión, tomaremos como ejemplo el film de Popescu para ilustrar cómo el origen de estas nuevas “verdades” aparecen en el momento en que la luz de la razón no puede llegar y se crean allí donde el hombre ya no puede tener certezas.


La pérdida de María (la hija de Tudor), narrada a través de un plano secuencia que parece interminable, acompaña el desespero del personaje durante casi 15 minutos de película en una búsqueda sin respuesta. Es a partir de allí donde la curva dramática del protagonista parece atravesar la etapa de duelo, que en un principio se mantiene esperanzada, pero que, al no encontrar respuestas por parte de la policía, de los vecinos o de su inservible acción de imprimir panfletos y pegarlos por toda la ciudad, decide tomar acción propia y emprender un viaje de búsqueda autónoma.


Pasados algunos meses luego de la pérdida de su hija, Tudor parece empezar a sufrir el malestar típico de ausencia de sentido y carencia de respuestas. Esto sumado al hecho de encontrar una fotografía tomada por una de las mujeres que presenció el extravío de María, donde se observa a un hombre que está viendo a la niña desde lejos, conduce a Tudor a crear una sospecha que rellena el vacío de su saber. Esta fotografía es la que permite al protagonista construir una verdad esperanzadora de que en aquel hombre se encuentran las respuestas que durante tanto tiempo ha buscado.


Saber si el sospechoso es verdaderamente el raptor de su hija, saber si María está dentro de su casa o saber si aquel hombre tiene las respuestas que el protagonista desesperadamente busca, es lo menos relevante de la película. Por el contrario, es precisamente el final abierto el gran acierto del filme.


Este desenlace inconcluso niega radicalmente la verdad absoluta, lo que me hizo pensar que lo importante, más allá de encontrar o no a María, era retratar el desespero de un Padre que no estaba encaminado a la perdida, sino más bien estaba orientado a una incertidumbre que lo destruye.


Es aquí donde gracias a que la palabra incertidumbre aparece como conflicto real del personaje, pude reflexionar y repensar cómo la creación de estas nuevas verdades y la ausencia de sentido, puede llevar a una locura que no puede separarse de la necesidad intrínseca del ser humano por saber.


Dicho esto, podríamos entonces mencionar, que el sentido de la película sería distinto si, por el contrario, María hubiera aparecido muerta o por lo menos se hubiera hecho cognoscible lo que sucedió con ella. Esta certeza, a pesar de no devolverle a Tudor su ser querido con vida, por lo menos habría llenado el espacio vacío, ofreciéndole una tranquilidad para superar su duelo. Contrario a esto, el gran conflicto del personaje parece estar ubicado en no poseer la más mínima explicación de aquel hecho que destruyo su vida, ni el más mínimo indicio de qué fue lo que paso con su hija.


Es allí donde la fotografía del hombre sospechoso, sumado a los diferentes hábitos que parecen apuntar a su culpabilidad, se convierten en un gran potencial para construir un saber. Aquí ya no importa si la verdad es real o no, lo que importa es que esta construcción de verdad funcione como tal, para afirmar una certeza que le permita a Tudor, como se menciona al principio del texto, pararse sobre un lugar firme, construir un espacio estable para entender el por qué de su situación, haciéndole tangible aquel vacío que lo atormenta.


El plano final, secuencia, por cierto, es el encargado de mostrar la decisión radical e irreversible del personaje. Tudor nunca tuvo una prueba firme que le permitiera juzgar al sospechoso con seguridad, solo presenció una serie de hábitos que potenciaban la culpabilidad del sujeto. No obstante, ¿Qué pasaría si estos hábitos hubieran permanecido únicamente dentro del campo de la casualidad? ¿No habría tomado Tudor una decisión radical e irreversible en vano? ¿No es acaso así como funciona el mundo en el que vivimos? ¿Dónde frente al terror del no saber, nos valemos de cualquier cosa para hallar la verdad en todos lados?


Más allá de ofrecer una verdad absoluta de si es el hombre culpable o no, raptor o no de María, me parece interesante entablar un dialogo entre el conflicto del personaje y la necesidad intrínseca del hombre que, aun en nuestros días, parece no abandonarlo. El ser humano parece sentir terror frente a los aspectos que no puede poner en el campo del lenguaje (y por ende en el campo del saber y del conocimiento). Es por ello que la creación de verdades que pueden o no ser reales funcionan entonces, como elemento que oculta el terror y tranquiliza al hombre cuando la razón, el sentido y la verdad se hacen ausentes.


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